Insólito relato en el que el discípulo cree sin ver nada. La tumba está vacía y ese vacío estimula la fe. ¿No resulta una locura creer de esta manera, sin avanzar pruebas? Una vez más, Dios no se halla en la potencia, ni en las señales resplandecientes. La mayor de las noticias, «el que estaba muerto está vivo», se lee primero en la ausencia, el vacío de la tumba, el silencio de una fe que no habla por hablar.
Señor, sí, tú eres el Vivo, y nos da la vida. Y a pesar de todo, en el momento de la mayor de las victorias, no te impones. Abres el espacio para que estalle nuestra felicidad. ¡Aleluya! (Edición FNP)
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