El pedagogo francés Bernard Aucouturier, ideólogo del método, nos dice que el niño, sobre todo en las edades más tempranas, necesita moverse para poder pensar. Nosotros, que como educadores/as, lo estamos comprobando a diario, queremos ofrecerle un marco seguro para que pase sin restricciones por este periodo esencial para el desarrollo de su personalidad. Y este marco es, claro está, nuestra “psikogela”.
Un lugar donde viven objetos duros y blandos, grandes y pequeños, angulosos y redondos, transformables y rígidos, coloreados; objetos que sirven para destruir y construir, para trepar y saltar, para caer, rodar, deslizarse, desaparecer, transportar, tapar, columpiarse, para lanzar y recibir, para disfrazarse, dibujar, modelar, etc… Objetos que, junto con nuestras acciones, en el fondo, reflejan la vida y sus facetas, a nosotros mismos y que con nosotros cuentan una historia.
Con la ayuda del método Aucouturier, el adulto supervisará los progresos del niño/a, el cual, bajo la única premisa de no hacerse daño ni hacer daño a los demás, podrá mostrarse tal y como es y dar rienda suelta a su necesidad innata de movimiento.
Probablemente vuestras hijas e hijos volverán a casa contando maravillas de la psikogela, porque para ellos es sencillamente un lugar de juego donde dan grandes saltos y se deslizan por el tobogán, bajo la atenta mirada de su andereño. Pero nosotros/as sabemos que es mucho más; sabemos que con cada salto se vuelven más seguros y autónomos, y que, con cada juego, están aprendiendo a comunicarse y a gestionar sus emociones.
Arantza Macho
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